Despedirse a la francesa está de moda
En los momentos actuales de crisis en los que nos encontramos y cuando las diferencias entre el trabajador y el resto de la empresa ya sean los jefes, directivos o resto de compañeros empleados son insalvables parece que se ha puesto de moda despedirse "a la Francesa".
Si habéis oído hablar de este término despedirse a la francesa quiere decir más o menos sin despedirse. Una definición más aclarativa es la del profesor Esteban Giménez que nos explica que durante el siglo XVIII había entre las personas de la alta sociedad francesa una moda que consistía en retirarse de un lugar en el que se estaba realizando una reunión o velada, sin despedirse, sin siquiera saludar a los anfitriones. Llegó a tal punto este hábito, que era considerado un rasgo de mala educación saludar en el momento de la partida. No se objetaba, por ejemplo, que la persona mirase el reloj para dar a entender las circunstancias por las que ella debía retirarse, pero de ninguna manera se veía con buenos ojos que el asistente saludase antes de ausentarse. Esta costumbre, en Francia dio origen al dicho sans adieu (sin adiós), que el lenguaje coloquial español acuñó en la forma "despedirse a la francesa", pero en este caso como equivalente de reprobación del comportamiento de alguien que, sin despedida ni saludo alguno, se retira de una reunión.
¿ Pero está bien esta actitud es justificable ? Muchas piensan que no, que el poner los pies en polvorosa, desaparecer de la faz de la tierra, no decir ni adiós y no dar más señales de vida al resto de personas con las que te has estado relacionando día a día durante un buen periodo de tiempo no se justifica nunca. Esta actitud es deleznable, denota una falta de respeto y educación difícil de cuantificar y va relacionada también con la propia incapacidad de estos trabajadores para diferenciar un problema determinado con la empresa o con algún superior, trasladando sus efectos al resto del colectivo.
Otros piensan al contrario que despedirse a la francesa debería seguir siendo considerada una forma muy elegante de partir, pues si no decimos ni una palabra de despedida seguramente eso se debe al inmenso agrado que nos produce la compañía con la que estamos y con la cual tenemos el propósito de volver: si nos vamos sin decir palabra es porque decir adiós significaría una muestra de desagrado y ruptura.
Entre el "yo la tengo más grande” del orgulloso que no quiere despedise y el no poder despedirse por la tristeza del adiós hay o tiene que haber un término medio.
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